¿Para qué sirve aprenderse los ríos?

¿Por qué es importante aprenderse los ríos?

¿Cuál es la utilidad de que los alumnos se aprendan de memoria los nombres de los ríos de su país. ¿Tiene sentido? ¿Es un método obsoleto o tiene alguna relevancia en la formación del estudiante?


La importancia de un conocimiento básico

Todo surgió a raíz de un tuit que encontré en Twitter, en el que una madre se quejaba de que el profesor de Geografía de su hijo había pedido aprenderse de memoria los ríos de España. La queja principal de esta madre era que este método era anticuado y poco innovador, y lamentaba que la educación no avanzara con los tiempos. Sin embargo, este tipo de críticas se realizan con frecuencia desde el desconocimiento de lo que ocurre en el aula y las metodologías empleadas en su totalidad.


Primero, es injusto señalar a un profesor por un solo examen o ejercicio. La educación es un proceso integral y largo, en el que cada actividad forma parte de un todo. Criticar a un profesor por un aspecto puntual sin conocer el contexto completo no solo es injusto, sino también contraproducente. En un curso académico, que dura nueve meses, es lógico que se utilicen diferentes métodos y recursos para abordar distintas competencias y habilidades.


¿Tiene sentido aprenderse los ríos?

Uno de los argumentos más frecuentes es que aprenderse los ríos de memoria no tiene ninguna utilidad práctica. Después de todo, ¿cómo va a mejorar la vida de un estudiante saber el nombre y ubicación de cada río? Aquí surge la idea de la “enseñanza competencial”, que propone que el aprendizaje debe centrarse en habilidades que puedan ser aplicadas en la vida real. Y sí, estoy de acuerdo en que la educación debe tener un componente práctico, pero también hay que considerar que no todo conocimiento debe estar vinculado a una utilidad inmediata.


Aprenderse los ríos, las montañas o los accidentes geográficos tiene un valor que va más allá de su aplicación directa. Cuando un alumno se memoriza los ríos más importantes de su país, su mente va configurando un mapa mental de su entorno geográfico. Con este conocimiento, puede entender mejor el territorio en el que vive, su relación con las poblaciones y cómo estos elementos han influido en la historia y el desarrollo de las sociedades. Así, sin darse cuenta, el alumno construye una comprensión global que va más allá de saber recitar nombres.




El conocimiento como base para el aprendizaje competencial

Además, este conocimiento básico puede ser fundamental para otros proyectos y asignaturas. Si un alumno sabe ubicar el río Guadalquivir, cuando en su clase de Historia se hable de los tartesos, podrá situar rápidamente esa civilización en su contexto geográfico. Lo mismo ocurrirá si se habla de la batalla del Ebro durante la Guerra Civil española. No tendrá que detener la clase para preguntar dónde está el río, porque ya tendrá ese conocimiento integrado.

Este aprendizaje “de base” permite que el alumno se sitúe mejor en los temas que se tratan en el aula y que pueda construir, de manera progresiva, un conocimiento más profundo y significativo. De esta manera, la memorización se convierte en un cimiento sobre el cual se puede desarrollar la enseñanza competencial y otros tipos de metodologías más aplicadas.



La falsa dicotomía: memoria vs. competencias

Vivimos en un momento en el que parece que solo valoramos la enseñanza competencial. Sin embargo, creo que nos estamos yendo a un extremo y hemos olvidado el valor de ciertos conocimientos memorísticos. Hace 30 años, la educación estaba demasiado centrada en la memorización; hoy, hemos pasado al lado opuesto, y nos encontramos con críticas hacia cualquier tipo de aprendizaje basado en la memoria.

Pero, ¿por qué no buscar un punto medio? No todo en educación debe ser útil de manera inmediata. Leer a los clásicos de la literatura, como Shakespeare, Homero o Cervantes, tampoco tiene una aplicación práctica directa, pero nos ayuda a comprender la naturaleza humana, a reflexionar y a profundizar en la historia de nuestra cultura. No todo conocimiento tiene que tener una utilidad concreta y tangible en el día a día. A veces, aprender por el simple hecho de saber tiene un valor intrínseco.



¿Qué futuro nos espera?

Con la llegada de la inteligencia artificial y la automatización de tareas, puede que la enseñanza competencial ya no sea tan relevante como lo era hace 10 años. Las máquinas serán capaces de realizar muchas de las tareas para las que ahora formamos a nuestros alumnos. Entonces, ¿qué les quedará a ellos? ¿Qué será lo que los distinga?

Quizás lo que realmente necesitemos es un nuevo paradigma educativo, en el que se valore tanto la competencia como el conocimiento profundo y la capacidad de comprender el mundo en su totalidad. Quizás la capacidad de conectar conocimientos y de reflexionar será lo que distinga a los humanos de las máquinas en el futuro.



Conclusión

Enseñar a un alumno a aprenderse los ríos de su país no tiene por qué ser un método anticuado. Es, simplemente, una herramienta más en el abanico de recursos que un profesor tiene a su disposición. La clave está en encontrar un equilibrio entre la memorización y la aplicación, entre el conocimiento teórico y el desarrollo competencial. Solo así lograremos formar a estudiantes completos, con una comprensión profunda de su entorno y las habilidades necesarias para enfrentarse a un mundo en constante cambio.